El joven resopló y se revolvió en la
silla. Se estaba impacientando. Aquel viejo con el que se había encontrado no
le daba información útil, daba la impresión de que estaba jugando con él. Y eso
le molestaba.
-Bueno, ¿entonces qué? -le susurró
Daaf al anciano.
Este dio otra larga calada a su pipa
y miró alrededor. La taberna albergaba unos pocos desgraciados, que se
encontraban demasiado hundidos en la bebida para darse cuenta de lo que ocurría
en el mundo, y mucho menos de lo que tramaban dos encapuchados en el rincón más
oscuro.
-No eres un chaval prudente, ¿eh?
-soltó una carcajada-. De toda la gente que conozco que intentó este hechizo,
el que mejor acabó está ahora encerrado, loco de atar porque cada vez que
intenta conciliar el sueño siente como si le atravesasen los ojos con hierros
candentes. Y tiene que comer con los pies, porque sus manos le intentan
estrangular cada vez que las mueve -añadió, tras lo cual le mostró sus escasos
dientes torcidos y amarillentos en una sonrisa malévola.
Daaf bajó la mirada. Se había dado
cuenta de que cada vez que mentía, el viejo se rascaba el hombro izquierdo. Le
estaba costando no levantarse de golpe y dejar allí a aquel chiflado, pero su
ambición era más fuerte, y aquella era una oportunidad de oro.
-Oiga, ya le he dicho que conozco los
riesgos de invocar a un demonio, llevo aquí con usted más de media hora y
todavía no me ha contado nada. ¿No puede irse menos por las ramas?
Daaf clavó su mirada en la del
anciano, como apremiándole a ir al grano. Este se volvió a reír.
-No te crees todo lo que te digo, eso
está bien, los buenos magos mantienen su escepticismo, no todo lo que se dice
es magia, ni toda la magia es lo que se dice, sí, buen mago... -dijo, mientras
se quedaba con la mirada perdida, repitiendo las mismas palabras-, buen mago,
sí, buen mago...
Daaf dio un golpe en la mesa. No
aguantaba más estupideces.
-Ah, sí -se corrigió el anciano
repentinamente-. El hechizo, sí... Ven, escucha con atención...
Se inclinó más en la mesa, invitando
a Daaf a hacer lo mismo. Por fin, se dijo.
-Este hechizo es de suma complejidad
y se sirve de varios tipos de procesos. En esencia, se trata de un ritual
específico con un catalizador principal. Para elaborar el catalizador,
necesitarás dominar las artes rúnicas... las dominas, ¿verdad?
Daaf volvió a resoplar. No podía
creer lo pesado que era aquel hombre.
-Sí, sí. Continúe.
-Bien. Lo más importante de todo es
el catalizador. Se trata de un proceso rúnico de alto nivel, con gran cantidad
de ingredientes. Te enseñaré la estructura de la matriz y la lista de los
ingredientes...
El viejo sacó dos trozos de tela con
garabatos y los puso sobre la mesa.
-Esta es la matriz. Tiene una base
circular con cuatro capas. Lo vivo primero, lo muerto después, más allá los
componentes elaborados y en el exterior lo inerte. Como ves tiene añadidos
satelitales con ingredientes extraños, estos son para cubrir huecos en la fase
de ensamblaje. Para los tres círculos interiores has de utilizar la gramática
principal, y en el exterior le añades las modificaciones de O-Sahah. Pero
cuidado con los añadidos, ya que su posición requiere que te valgas de la
gramática sundeliana, aparte de pronunciar las sílabas de rejilla en el modo
gutural. Seguramente hay algunos ingredientes que quizá no tengas...
Daaf le echó un vistazo a la lista de
ingredientes. La mayoría se encontraban en su despensa o su jardín de alquimia.
Jengibre, sebo, cuernos de ciervo, diversos insectos, sal de cristal de
montaña, sangre de nymphax alado... Las recetas de los
componentes elaborados también las conocía, y lo inerte solo eran piedras y
palos. Sin embargo, se dio cuenta de que no tenía casi nada de lo que se
mostraba en “ingredientes extraños”, y ni siquiera conocía uno de ellos.
-¿Qué es la “miasma de sombra”? -le
preguntó intrigado.
-Se trata del aliento de un árbol que
solo crece en el corazón del bosque del sur. Lo reconocerás porque parecerá
estar seco, y muestra vetas negras en el tronco. Se recoge con la vejiga de una
cabra y lo tienes que petrificar al instante. Se coloca de esa manera en la
matriz, y en el proceso la sílaba “nom” lo casca para utilizarlo. No te olvides
de apartar los restos de la vejiga petrificada con los sintagmas de expulsión.
Están en el vigésimo octavo verso, espera...
Sacó otro trozo de tela, mucho más
mugriento que el anterior, con una serie de extraños glifos escritos en ella.
-Vaya, ya se está empezando a
pudrir... -Daaf enarcó una ceja, lo cual pareció molestar al viejo-. No me
mires así, cada vez que alguien me pide este hechizo tengo que volver a apuntar
el texto. Es la propia naturaleza sombría de las runas lo que hace que se
deteriore tan rápido. Aprisa, memorízalo...
Daaf se concentró en el conjunto de
símbolos que le mostraba el anciano. Había estudiado las runas desde la niñez,
y tenía la mente entrenada para asumirlas y memorizarlas con soltura. Estaba
tan emocionado por el momento que no se dio cuenta de que empezó a susurrarlas
por lo bajo mientras las retenía. Y entonces todo ocurrió muy rápido.
Un gruñido sordo y grave comenzó a
retumbar en la estancia, y el borracho más próximo a ellos de pronto cayó al
suelo y vomitó una especie de sustancia negra y viscosa, a lo que empezó
chillar y a retorcerse de dolor. El anciano retiró rápidamente la tela escrita,
le dio un tortazo a Daaf y se levantó para atender al hombre. Le colocó una
mano en la cara y otra en el pecho, y apretó. A los pocos segundos, el borracho
dejó de retorcerse, se levantó y salió tambaleándose de la taberna. El viejo se
dirigió al posadero, que lo miraba con desconfianza.
-El pobre estaba enfermo, demasiado
licor de dragón -le contó sonriendo, como quitando importancia al asunto,
mientras volvía a su mesa. Miró a Daaf con severidad.
-Realmente eres un chaval muy
imprudente. ¿No sabes que no es bueno pronunciar runas sombrías si no estás
haciendo el proceso rúnico? Ese hombre de allí va a quedar maldito durante toda
su vida.
Daaf no sabía qué decir. El viejo no
se había rascado esta vez. Aunque le importaba bien poco lo que le ocurriese a
la chusma del Barrio Bajo, la mirada que le había lanzado el anciano esta vez
en cierto modo lo había intimidado.
-Y encima esto ya ha quedado
inservible -masculló, tirando la tela de los glifos, que ya estaba
completamente ennegrecida y comenzaba a deshacerse. En el suelo entarimado de
la taberna, comenzó a humear y formó una fea costra que no llamaba mucho la
atención en los tablones estropeados por la humedad.
-Escucha, ven a verme mañana a esta
misma hora. En la cima de la colina. Será más seguro que el sitio este que se
te ocurrió. Jóvenes...
Y volviendo a carcajearse, se levantó
y salió del lugar como un fantasma escurridizo. Daaf dio un golpe en la pared.
El viejo había vuelto a jugar con él. Seguro que le importaba aún menos lo que
les ocurriese a los lugareños, e incluso lo que le ocurriese a él. Al fin y al
cabo había accedido a contarle el hechizo...
Daaf se levantó, recogió las otras
dos telas, arrojó unas monedas a la barra por la cerveza aguada que no se había
bebido y salió también de la taberna. Subiendo por la calle en la oscuridad
distinguió una figura tirada en el medio de la calle. Sin duda se trataba del
mismo borracho que había sucumbido de nuevo a los efectos de su error. Lo
apartó con el pie y se dirigió a su casa.
Ole
ResponderEliminarEs una auténtica delicia leer un texto tan bien escrito, muy interesante! 😍😍
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